Aun riesgo de parecerles un pesado y de repetir las mismas cosas hasta la saciedad, voy a insistirles a ustedes en asuntos que ya hemos tratado en otras ocasiones y que, a tenor de las penúltimas declaraciones realizadas por el alcalde, parece que siguen estando en vigor, puesto que, a veces, las cosas se han de repetir muchas veces, no para convertir una mentira en verdad, como dijera Goebbels, sino para que quien habla sin razonar acabe por asimilar el fondo de la cuestión que se debate a fuerza de insistir en él.
Todo este preámbulo viene a cuenta del comentario vertido a las ondas por el Señor Marín Lara, en donde después de asegurarnos por enésima vez que por fin el Eroski se instalará en la ciudad, les quitó el miedo a los empleados de algunos supermercados rondeños con eso de que no nos preocupáramos por los puestos de trabajo que se fuesen a perder como consecuencia de la implantación del Eroski porque este tiene capacidad de reabsorber a todos los que acaben en el paro. Y en efecto, no dudo que así sea. Y si no tiene capacidad de reabsorberlos a todos, desde luego sí que será capaz de hacerlo con una mayoría de ellos.
Sin embargo, nuestro alcalde, como casi cualquiera, se da cuenta de algo que no dice, porque si lo dice suena feo, no gusta, se solivianta a sectores importantes y representativos de la sociedad, y al final acaba por restar votos (esto es lo de menos) y apoyos (esto es lo de más, sobre todo de cara al devenir privado y futuro de quien algún día, y como es de lógica, dejará de ser alcalde para volver a ser un ciudadano normal que tendrá que convivir con sus paisanos). Se da cuenta, aunque no lo diga, de que la implantación de una gran superficie en la ciudad destruye empleo. Éste y no otro es el sentido de querer tranquilizar a los empleados de los supermercados que puedan ver en peligro su puesto de trabajo. No obstante aceptemos las tesis que mantiene tácitamente el Sr. Marín Lara en su entrevista y que vienen a decir que aunque se destruya empleo será más el que se produzca. De hecho no creo que dude en afirmar que no sólo es capaz de acaparar a todo el personal despedido por culpa de que el Eroski se implante en Ronda, sino que además dará trabajo directo e indirecto a muchas otras personas que en la actualidad carecen de él. Y yo insisto en que en esto último también estoy de acuerdo con el alcalde, y que bien puede ser cierto, con lo cual parece que el saldo final, por lo que a trabajo se refiere, sería positivo.
Pero es que las cosas no son tan simples, y cuando sólo se explican las partes que interesan y se ocultan las otras, ya sea deliberadamente o por ignorancia, acabamos por hacer demagogia y por confundir al personal. Así, habría que hablar también, y no lo hacen porque no interesa, de los trabajos que se van a perder, no ya en supermercados, sino en el comercio tradicional, que en Ronda y a día de hoy es más importante que el de los supermercados, tanto por número de empleados como por cifras de facturación. De éstos empleados nada se ha hablado sobre si serán reabsorbidos por el Eroski o no. Dense cuenta de que en muchos casos, estos empleados no son muchachas o muchachos jóvenes a las que se les pueden hacer contratos de aprendizaje, o a los que se les puede pagar el mínimo sectorial, sino que puede tratarse de adultos con familias e hipotecas a cuestas, personas dentro de la cuarentena y de la cincuentena que no son ya tan ágiles para adaptarse a nuevas formas de trabajo. ¿A éstas también las va a colocar el Eroski? ¿Y que pasa con los pequeños negocios familiares que pueden verse abocados a la quiebra, de los que vive toda una familia? ¿También van a ser recolocadas por el Eroski estas familias? Y más aún. Tampoco se dice lo siguiente: cuando el Eroski llegue contratará a la plantilla que necesite para poner en marcha su labor; sin embargo no será en ese mismo momento cuando se produzcan los despidos en los otros supermercados, ni en el comercio tradicional, ni la quiebra de las pequeñas tiendas. Al principio, todos éstos intentarán aguantar como buenamente puedan, y, poco a poco, unos irán aguantando y otros sucumbirán a la competencia brutal que supone una gran superficie; unos seguirán en sus trabajos y otros perderán sus empleos y su forma de ganarse la vida, ¿qué pasa entonces con ellos? ¿Los contratará ahora el Eroski, quizá dos o tres años después de que éste haya llegado a la ciudad y cuando ya tiene a toda su plantilla contratada y consolidada? ¿Qué pasará entonces con esta gente, empleados de otros supermercados incluidos? Recordemos que al tranquilizar a estos empleados, el señor alcalde ha reconocido la destrucción de empleo que el Eroski puede producir. Parece ya que el saldo final, en cuanto al empleo, no es tan positivo.
El Eroski, o cualquier otra gran superficie, debería llegar a Ronda. Al menos esa es mi opinión aunque no lo parezca por el contenido de mis palabras en el presente artículo. Su implantación puede defenderse desde distintos puntos de vista, aludiendo, como hace el alcalde, al empleo que puede crear, pero también hablando del progreso que significa, aludiendo al desarrollo de la ciudad que pasa necesariamente por la implantación de grandes empresas; aludiendo a la diversificación de la oferta, de la que todos nos acabamos beneficiando; hablando de la escasísima oferta de ocio que hay en Ronda y que cabe pensar que aumentaría con un centro comercial; hablando de la economía doméstica de los ciudadanos y de la necesidad de volver a convertir Ronda en el eje central de la comarca. Sin embargo, igualmente hay que ser honrado con el electorado, tanto con el que nos ha votado como con el que no, hay que ser honrado con los ciudadanos a los que administramos y explicarles que la venida de una gran superficie no es la panacea ni es la perfección en sí misma, sino que tiene efectos colaterales negativos. Enseñando a los rondeños qué es lo que vamos a perder y cuáles son los daños ineliminables que nos va a causar. Escuchando las protestas y las alternativas que otros, con otras opiniones y otras ideologías nos ofrezcan, para tomar lo mejor de ellas y dejar lo peor, siendo sensible a la opinión de todos y teniéndolas en cuenta sinceramente, porque al final, la decisión seguirá siendo del alcalde, y así habrá obrado con un destello de sabiduría que le honrará, y no como un ignorante que cree que por no decir lo que no gusta o lo que incomoda, los demás somos tan ciegos que no nos damos cuenta.
Como él mismo dice, el pueblo no es tonto, y aunque tenga que resignarse a los designios de quienes lo administran, o aunque aplauda la llegada de esta gran superficie, no ignora quienes son los que tratan de engañarlo ni cómo intentan hacerlo, porque, al cabo de la calle, las medias verdades siempre son consideradas mentiras.