sábado, 26 de julio de 2008

Corporativismo

Durante varios años, y quizá porque se sintió acosado y perseguido por quienes vertimos nuestra opinión libremente en público, el alcalde publicó lo que dio en llamar “periódico”, dando pábulo a que en él se utilizaran palabras y expresiones de baja estofa para denigrar, insultar, ofender y despreciar a aquellos que se le oponían desde diversos sectores.

Tal publicación, que desde luego no pasó desapercibida, se granjeó rápidamente el calificativo de panfleto propagandístico cuando, número tras número, el único contenido de mediano interés, y sólo por el morbo, consistía en ver a qué concejal de la oposición o a qué periodista ponían a parir esa semana.

Como es obvio, si los ánimos ya estaban crispados por la forma en que el señor Marín Lara se hizo con el gobierno, tal tipo de mensajes no contribuían, desde luego, a mejorar la situación social que padecíamos los rondeños, sino que por el contrario lo que se consiguió fue aumentar las iras de los que en sus páginas eran menospreciados de forma sistemática y grosera, sobre todo cuando no se aludía a las cuestiones que venían a cuento, esto es, las políticas, sino que casi siempre se basaban en vilipendiar aspectos personales de aquellos que eran objeto de su insidias.

Todo esto, que de por sí ya dice mucho de quien incita, permite y alienta esta especie de “libertad de prensa”, se hizo siempre con el consentimiento de los distintos socios de gobierno que ha tenido a lo largo de estos cuatro años. Consentimiento que se ha manifestado en el silbido de disimulo, la mirada perdida al infinito, y el silencio cómplice del que dice que, al fin y al cabo, ni es él el que insulta ni es él el insultado. Lo que hace que aún sea peor el sentimiento de repulsión que causa en los agraviados, cuando ven que los que en privado reconocen la franca injusticia de la que son objeto, en público no se atreven a contrariar al que, hoy por hoy, tiene la sartén del municipio por el mango.

Y ahora, cuando se alzan con el poder quienes más perjudicados se han visto por estas acciones, y cuando raramente es publicado el “periódico” de marras, para una vez que lo hace, uno de los nuevos miembros de la oposición prueba la medicina que antes dio a probar a los otros, y salta con justificada indignación, pero no con sorpresa, mientras que los nuevos miembros del equipo de gobierno callan, y por lo tanto otorgan, imitando la actitud que antes tanto criticaban.

Lo que me llama la atención no es el hecho de que unos y otros censuren un comportamiento que después, cuando tienen la ocasión de evitarlo, mantienen. Lo que me llama la atención es la falta de escrúpulos que se manifiesta con ese corporativismo mal entendido, que hace que haya que estar al lado del compañero de gobierno, haga éste lo que haga y diga lo que diga. Que se mete con un concejal de la oposición, pues mala suerte que ha tenido…, pero a mí que no me hagan pronunciarme en público sobre lo que me parece eso, que ahora es de los míos. Y ocurre lo mismo con los compañeros de partido: si uno de los miembros representativos del partido mete la pata, ninguno de los otros miembros tiene libertad para hacer autocrítica, sino que se pliegan al error, se ponen firmes al lado del errado, y nos tratan de hacer ver lo blanco negro. O como poco, gris claro.

Así nos va. Quienes deberían ser los guardianes de los valores sociales y quienes deberían velar por mantener las formas y la corrección, de dedican a ocultar la verdad por mor de favorecer los intereses propios o los de aquellos que, por las circunstancias y por los raros compañeros de cama que proporciona la política, son sus afines temporalmente. La honradez y la defensa de la dignidad ajena de sus iguales son conceptos demasiado abstractos y demasiado poco útiles como para tenerlos en cuenta, cuando los silencios sostenidos y las miradas al tendido tienen la posibilidad de salvarnos la cara y los intereses al mismo tiempo.

Lamento sobremanera las vejaciones de las que ha sido objeto Mari Paz Fernández, como he lamentado sistemáticamente aquellas otras que en su momento sufrieron Paco Cañestro, Isabel Aguilera o Ana Fuentes, entre otros. Pero más lamento los vergonzosos silencios que antes tuvieron los concejales del PP y que ahora tienen los del PSOE, amparándose en no se qué tipo de miedos o intereses, que hace que se les coma la lengua el gato para denunciar conductas tan deplorables incitadas por quien debería ser ejemplo de comportamiento y saber estar, cuando en otras ocasiones tienen esa misma lengua tan larga para denunciar lo que hace daño a los ciudadanos, siempre y cuando tal denuncia, claro está, favorezca sus intereses.