viernes, 16 de mayo de 2008

PGOU

La burocracia es compleja. De eso no nos cabe duda a ninguno. Arreglar cualquier papelito nos cuesta un sinfín de idas y venidas, unas cuantas esperas en colas delante de ventanillas atascadas, y molestias varias de las que todos somos conscientes.

Pues si esto nos pasa a nosotros, simples mortales, que tan sólo pretendemos obtener una licencia, o presentar algún escrito que nos han requerido, o simplemente tributar nuestros impuestos, imagínense lo que puede haber de papeleo y movimientos burocráticos detrás de un ayuntamiento.

Uno de los documentos que está sujeto a este juego es precisamente el PGOU, para el que no lo sepa, son las siglas del Plan General de Ordenación Urbana, que es, junto con la gestión económica municipal, el alma y motor del desarrollo presente y futuro de cada ciudad. Así, para que una ciudad progrese, pongamos por caso Ronda, es necesario que tenga unas cuentas lo mejor administradas posible y un PGOU claro, concreto y bien definido, que oriente a los administradores sobre cuál ha de ser el desarrollo físico de la ciudad en cuestión, sobre qué áreas han de trabajar y qué contenidos han de potenciar en la ciudad. El PGOU, en definitiva, es la partitura que todo buen músico ha de interpretar para que suene correctamente la sinfonía. Sólo en esta medida podremos decir si la ciudad progresa o no. Sólo en esta medida podremos saber si Ronda avanza o se estanca. Sólo comparando la música con la partitura, o lo que es lo mismo, la realidad con el PGOU, podremos ver si el impulso existe o no. Si nos vamos a la realidad podemos observar que, ciertamente, hay cosas nuevas que se han hecho y que no estaban con anterioridad. Si comparamos lo que existe ahora con lo que existía antes veremos un nuevo recinto ferial, un observatorio astronómico, un edificio, a priori, para interpretar el mueble rondeño, nuevos jardines, nueva pavimentación y saneamiento en calle La Bola, estatuas nuevas, entradas adecentadas, y algunas cosas más que, como hemos dicho, antes no estaban. Pero el problema es que la comparación que hay que hacer no es la de cómo están las cosas ahora y cómo estaban las cosas en el pasado, la comparación que hay que hacer es la de la realidad de ahora con la “partitura” que indica cómo debería ser esta realidad, lo que hay que comparar es cómo están las cosas ahora y como dice el PGOU que deberían estar, y ver si una cosa cuadra con la otra. Así que, vista ya la realidad, vamos a echarle un ojo al PGOU, para ver hasta dónde concuerdan. Pero, ¡oh, sorpresa!, no hay PGOU. No hay partitura. Nuestros “músicos” tocan de oído, cada uno a su aire, sin saber qué tienen que hacer ni hacia dónde han de dirigirse. No tienen plan director que los oriente, y a juzgar por su talante, tampoco admiten que les sea necesario tenerlo.

Un plan director es necesario hacerlo con detenimiento, fijándose en cada uno de los puntos que toca, meditándolos con prudencia, escuchando y prestando atención a la opinión que dicho plan les merece a todos los que, quieran o no, se van a ver afectados por él. Además, como dijimos al inicio, se sabe que hay mucha burocracia tras la aprobación definitiva del plan que hará de esta aprobación un proceso largo y costoso: presentación de un anteproyecto que ha de ser aprobada por el pleno y después publicada en el boletín oficial de la provincia, plazo de presentación de alegaciones, plazo de resolución de las mismas, presentación del plan modificado con las alegaciones admitidas ya recogidas, aprobación por el pleno, nueva publicación, vuelta a otro plazo de nuevas alegaciones, nueva resolución de las mismas, presentación del plan a la consejería correspondiente de la Junta de Andalucía, visto bueno de la consejería o, en su caso, empezar otra vez a hacer las correspondientes correcciones que desde la misma se indiquen con todo el proceso mencionado anteriormente, y una vez resuelto todo, publicación definitiva en el boletín oficial de la Junta de Andalucía. Para andar cada paso es precisa la presencia, como mínimo, del anteproyecto que ha de realizar la empresa contratada a tal efecto, para que, una vez estudiado, se pueda proseguir con la tramitación. Y ahora comienza lo bueno: quien tenía prisas por dar ese “impulso” que Ronda necesitaba, se duerme en los laureles durante casi cuatro años en los que sólo consigue disponer del anteproyecto del PGOU ya aprobado por el pleno de la Corporación. Aprobación que se produce tres años y medio después de las prisas porque dicho anteproyecto estaba… digamos, perdido. Llama esto la atención porque mientras desde el Consistorio se insiste en que la empresa redactora no había presentado nada, desde la empresa se insiste en que el anteproyecto estuvo en el Ayuntamiento en tiempo y forma convenidos, o sea, unos seis o siete meses antes de que se hiciera público y de que se reconociese. Alguno miente, obviamente, pero ¿quién?, porque ambos, Ayuntamiento y empresa, siguen trabajando juntos como si tal cosa, sin animadversiones de ningún tipo, después de haberse puesto públicamente de mentirosos y de incompetentes. Pero es que ahora, una vez aprobado a finales del pasado año, todavía no se ha procedido a su envío para que sea publicado en el boletín oficial de la provincia, tal y como es preceptivo. Y lo único que se nos dice al respecto es que se están adecentando unas oficinas (que llevan adecentadas no sé cuanto tiempo) para que, una vez publicado, a todos los rondeños les sea fácil enterarse de cómo va a ser el futuro PGOU y manifestar su opinión al respecto.

Con todo esto, voy a mirarme en el espejo para ver cómo es la cara de un tonto. Y ustedes deberían hacer lo mismo, puesto que entre todos permitimos tamaña indolencia en quienes nos gobiernan ahora, como ya la permitimos con quienes nos gobernaron antes. Debería decir que es intolerable la prepotencia de quienes están haciendo que el nuevo PGOU tarde en aprobarse más que los presupuestos municipales, que acumulan ya tres años de retraso, y de quienes, con sus hechos y sus palabras, nos aseguran con aire de suficiencia que ellos saben mejor que nadie qué es lo que necesitamos nosotros, los rondeños, y que para ello no necesitan ni plan director, ni PGOU, ni partitura, ni orquesta, ni nada. Ellos van a su aire, y quien no esté de acuerdo que se aguante. Debería decir que es intolerable, pero no lo puedo decir, porque, de hecho, lo toleramos. Permitimos que nos mientan, que nos traten como a tontos y que, como poco, se limiten a un rancio y raquítico cumplimiento de la ley en lugar de trabajar de verdad por la rápida y eficaz solución de aquellos problemas que tenemos los rondeños y que ellos, de manera voluntaria, han decidido echarse sobre sus espaldas amparados en el apoyo que les dimos en las elecciones. Porque de las extrañas coincidencias que han hecho que se compren y vendan terrenos en aquellas zonas donde la construcción va a ser permitida, según se ve a la luz del nuevo anteproyecto, prefiero no hablar públicamente.