viernes, 22 de agosto de 2008

Proyectos

Que el AVE pase por Ronda (y que pare) es algo bueno para la ciudad, qué duda cabe. Pero no es responsabilidad directa de nuestros representantes municipales, sino del gobierno central.

Que se vaya a construir una nueva carretera que nos una con la costa, más rápida y cómoda (nos haremos otra vez los tontos y nos lo volveremos a creer), es algo bueno para la ciudad; tampoco cabe duda. Y tampoco es responsabilidad directa del Ayuntamiento de Ronda, sino que corresponde a las administraciones regional y provincial ponerla en marcha.

Que vayamos a tener un nuevo hospital, más moderno, mejor preparado y con más capacidad, es algo bueno para la ciudad. No hay que dudarlo. Como tampoco hay que dudar que la responsabilidad de la creación del mismo recae sobre todo en la Junta de Andalucía, no en el Ayuntamiento.

En definitiva, de los grandes proyectos que se vislumbran por el horizonte, y a pesar de que en todos es requerida la colaboración de nuestros gobernantes locales, ninguno de ellos está bajo su responsabilidad, lo que equivale a decir que por mucho que quieran y digan, carecen del poder real para convertirlos en realidad, teniendo que mantenerse a le espera de que otros, los verdaderos responsables, quieran realizarlos.

Debemos saber entonces, que cualquier intento de adjudicarse la realización de cualquiera de estos proyectos (y de otros que me dejo en el tintero) por cualquiera de los miembros de la corporación municipal constituirá poco menos que una nueva tomadura de pelo a los rondeños, por no hablar de mentiras abiertas. Y da igual que intenten justificarse ante nosotros, que somos la opinión pública, con aquello de que “gracias a que conocemos a la gente de la Junta…”, o “gracias a nuestra labor en Madrid…”, o también aquello de “con este nuevo pacto…”, pues no son ellos los que tienen capacidad para decidir.

Sin embargo sí que hay otros muchos ámbitos que les son propios y en los que pueden actuar con determinación y contundencia, donde sí tienen todo el derecho del mundo a adjudicarse aquello que sean capaces de hacer. El problema es precisamente ese: ser capaces de hacer algo. Pero no algo a secas, sino Algo, con mayúsculas. El problema está en ser capaces de imaginar proyectos de la envergadura suficiente como para hacer que Ronda sea conocida por algo más que por sus vistas, por su corrida de toros y por el encanto de sus calles. Imaginar proyectos, no necesariamente costosos, pero sí lo suficientemente originales como para llenar huecos de mercado libres que traigan el desarrollo deseado, o lo suficientemente interesantes como para que personas o empresas deseen desarrollar su labor en la ciudad, o tengan la posibilidad de instalarse y vivir aquí.

En este sentido, lo único que se ha visto en la ciudad en los últimos años ha sido la reciente publicación del posible avance del futuro Plan General de Ordenación Urbana, con el desarrollo más oscurantista de todos los posibles, y que aún no es sino un proyecto, no una realidad. Proyecto, además, que carece de elementos novedosos incluidos en él que permitan aventurar el crecimiento futuro de Ronda en algo más que su desarrollo urbanístico.

Hablando el otro día con un amigo decíamos que, dado que todos buscan “el bien de los rondeños”, no debería ser tan difícil ponerse de acuerdo una vez al año en una sola cosa. Y puesto que todos han decidido trabajar voluntariamente por “el bien de los rondeños”, y cobran por ello, o eso dicen, tampoco debería ser tan difícil que aunaran fuerzas y empujaran todos en la dirección de consolidar aquello que previamente decidieron hacer. De este modo, con que hicieran una sola cosa al año, Ronda avanzaría inevitablemente. ¿Qué cosas hacer? Obviamente se supone que ellos saben qué hacer: se les supone un programa de gobierno ambicioso que nos han presentado en las elecciones, y se suponen a sí mismos la capacidad de innovar, imaginar y adelantar el futuro de la ciudad, sabiendo qué es lo que nos hace falta a todos para progresar. Pero por si no se les ocurre nada, o por si han perdido o se han olvidado de sus programas electorales, baste con insinuar áreas donde aplicar su imaginación: educación, con la implantación y consolidación de nuevos estudios universitarios; industria, con la apertura hacia el mundo empresarial; medio ambiente, con la explotación y aplicación práctica de los recursos naturales que nos rodean; comercial, con el desarrollo de nuevas formas de comerciar que se están implantando en otros puntos geográficos del mundo; deportivo, con la celebración de campeonatos o torneos relevantes, o con la consolidación de Ronda como ciudad idónea para la preparación deportiva de distintos deportes, de clubes o de particulares, con la adecuación de las instalaciones deportivas existentes y con las proyectadas a centros de alto rendimiento deportivo; cultural, con la creación de certámenes de entidad en al menos una de las variadísimas modalidades en que la cultura tiene a bien manifestarse: escritura, danza, música, pintura, escultura, teatro, cine, … ¡Qué se yo!

Si de todo esto que digo, más todo lo que no digo, más aquello que se les ocurra a otros, más lo que se les ocurra a nuestros ediles, hicieran una sola cosa cada año, y se preocuparan por mantenerla en los años sucesivos…

Pero con unos presupuestos de sólo siete millones de euros, arriba o abajo, para invertir en el próximo año entre todas las áreas, con unas arcas situadas cerca de la UVI, con los precedentes que tenemos desde hace dos decenios hasta ahora en lo que a capacidad de imaginación y capacidad de trabajo se refiere, con las continuas trifulcas de los últimos cinco años entre bandos políticos opuestos, dentro y fuera de cada partido, con las que nos regalan los oídos mes sí y mes también, no cabe mucho espacio para la confianza.

Los avances funcionales y organizativos, como los de participación ciudadana, están muy bien, ¿pero participación para qué? La creación de nuevas sociedades, como el ente público-privado para la promoción y desarrollo del turismo en sus distintas modalidades, está muy bien, pero sigue siendo más de lo mismo, sin aportar nada nuevo. Las mejoras en las ferias, los adecentamientos de calles y jardines, los cuidados de parques, los premios a la limpieza de la ciudad, la apertura del deporte a todos, son detalles imprescindibles, que esconden tras de sí más trabajo y esfuerzo del que se aprecia a simple vista, y por lo que los concejales al cargo de estas delegaciones merecen un reconocimiento, siquiera, desde esta página que, me consta, no siempre es de su agrado. Pero con mantener lo que ya hay no llegamos a ningún lado. Para avanzar es preciso voluntad para ello, coordinación entre los distintos grupos municipales y facciones dentro de los mismos, e inteligencia suficiente para saber qué se quiere hacer y cómo se puede conseguir. Y si nos hemos de atener a lo que hasta ahora nos han demostrado, mal camino llevamos…

martes, 19 de agosto de 2008

No soy andalucista. Como tampoco soy del PSOE, del PP, de IU, ni de ningún otro partido. Más a los efectos de la presente columna, quede claro que no soy andalucista. Pero sí soy andaluz, me gusta Andalucía, y puedo entender que haya gente que, queriéndola más de lo que yo la quiero, esté dispuesta a hacer grandes sacrificios por hacer de Andalucía y de los andaluces una tierra más abierta, cómoda y agradable para todos. Puedo entender que la situación actual de esta parte del mundo no sea la mejor para muchos de los que aquí vivimos, y que los agravios comparativos nos dejen con esa desazón entre el estómago y el corazón que no sabemos con qué curar. Entiendo los sentimientos de quienes viajan a otros lugares más desarrollados que nuestra Ronda o que nuestra Andalucía, y ante la visión de parques, ante el disfrute de servicios, ante la toma de conciencia del desarrollo que ve, diga: “esto lo quiero yo para mi tierra”. Y aunque no lo comparta, entiendo que haya quienes opinen que los andaluces disfrutamos una herencia común, de unos valores comunes, y que quieran hacer de ellos norma de identidad de los que habitamos aquí. En definitiva, que no es ilógica la existencia de un partido de las características del PA, que hay espacio que justifica su existencia, y que hay gente con la sensibilidad y las ganas de trabajar en él y por él.

Por eso no es comprensible que el señor Marín Lara salga diciendo sin ningún tapujo que los andaluces no necesitan a los andalucistas.

Desde siempre me ha disgustado sobremanera esos andares de algunos que, sin justificación ninguna, se autoproclaman portavoces de los pueblos, de los ciudadanos o de los partidos, pretendiendo ser ellos los únicos que conocen lo que piensan los demás y que lo que ellos dicen es lo único que hay que saber: “lo que los rondeños quieren…”, “lo que los andalucistas quieren…”, “lo que los andaluces nos han dicho…”. Todas las frases que comienzan de esta manera suelen ser tergiversaciones interesadas de la realidad que se convierten en terreno abonado para afirmar cualquier cosa que venga en gana a quien la pronuncia. La demagogia sale a raudales por las fauces de esos pseudoportavoces de sí mismos que sólo buscan, como parece ser que ocurre en este caso, prepararse el terreno para el abandono de un barco, y justificar lo injustificable.

No niego que el señor Marín Lara quiera a su tierra, puesto que no lo sé; pero estoy dispuesto a afirmar que ama Ronda y Andalucía más que yo. Ni seré yo tampoco quien diga que no ha hecho nada por el partido en el que milita ahora mismo, aunque ateniéndome a cómo se encuentra Ronda tras su paso, sí le niego capacidad de gestión y conocimientos válidos para gobernar. Pero si ha perdido sus convicciones, o si cree que éstas se pueden defender mejor desde las filas de otro partido, del socialista, por ejemplo, que tenga al menos la valentía de decirlo abiertamente y sin tapujos, y sin buscar justificación en esa “profunda reflexión” que ha dado como resultado, según él, que los andaluces no quieren al PA, que la ideología del PA coincida al noventa por ciento con la del PSOE, y que él, como dirigente local y provincial de la formación, no haya tenido responsabilidad ninguna en el varapalo que los andalucistas se han llevado en las últimas elecciones autonómicas. Si quiere dejar el partido, que lo deje. Está en su derecho. Si se quiere integrar en el PSOE, que lo haga. También es libre para eso. Pero que aguante la vela de la poca credibilidad que le pueda quedar con hombría, sin mentiras ni argucias.

Las distintas voces que se alzan desde el PA, afortunadamente, nos hacen ver que hay sensibilidades que no están dispuestas a renegar de lo que verdaderamente sienten y creen, y nos hacen ver también que hay gente dispuesta a representar a aquella parte de la población que piensa como ellos y que, ahora, el señor Marín Lara parece querer abandonar a su suerte. Por supuesto que desde el PSOE se puede defender Andalucía. Exactamente igual que se puede hacer desde cualquier otro partido. Pero si la profunda reflexión a la que se dice sometido le ha llevado a creer que se puede defender de la misma manera los intereses de andaluces y rondeños desde las filas del PSOE que desde las filas del PA, habría que concluir que dicha reflexión, además de profunda, ha resultado inútil y errada. Sobre todo cuando podemos comprobar fácilmente que la dirección de sus palabras marca el mismo camino que el de su propio progreso en política. Casualidad, seguro, pues ya sabemos que sólo busca el bien de los ciudadanos.

Quizá debiéramos recordarle otra vez, como ya se le ha recordado desde estas mismas páginas con anterioridad, eso tan famoso de que Roma no paga traidores; y que en este aspecto, el PSOE es en todo punto comparable a la capital imperial, tanto en lo de no pagar traidores como en el ingente número de traiciones que se cometieron en el seno de la ciudad eterna para hacerse con el poder, y que llevaron a la muerte, apuñalados, a emperadores de, por ejemplo, la talla de Julio César. Los mismos análisis que el señor Marín Lara ha hecho públicamente en los últimos años acerca de ese tipo de traiciones en el seno del partido socialista son muestra suficiente de esto que digo. Si ingresa en el PSOE se supone que acepta el riesgo de ser apuñalado, políticamente hablando, y el de ser usado y tirado después, cuando ya no sea útil, tal y como él mismo hizo con otros anteriormente.

Su salida del PA, no obstante, quizá pueda suponer eliminar tapón de la libertad de expresión y acción dentro del partido, quitando la mordaza de la boca a quienes hasta ahora, no se sabe muy bien porqué, se han mantenido en silencio a pesar de sentirse heridos en lo más profundo de sus convicciones políticas. La desaparición del actual alcalde de las filas andalucistas puede muy bien ser la suelta de lastre que este partido necesite para que los verdaderos valores que hay dentro de él puedan moverse con más libertad y soltura, y trabajar en serio por una ciudad a la que aman y a la que pueden aportar mucho.