martes, 19 de agosto de 2008

No soy andalucista. Como tampoco soy del PSOE, del PP, de IU, ni de ningún otro partido. Más a los efectos de la presente columna, quede claro que no soy andalucista. Pero sí soy andaluz, me gusta Andalucía, y puedo entender que haya gente que, queriéndola más de lo que yo la quiero, esté dispuesta a hacer grandes sacrificios por hacer de Andalucía y de los andaluces una tierra más abierta, cómoda y agradable para todos. Puedo entender que la situación actual de esta parte del mundo no sea la mejor para muchos de los que aquí vivimos, y que los agravios comparativos nos dejen con esa desazón entre el estómago y el corazón que no sabemos con qué curar. Entiendo los sentimientos de quienes viajan a otros lugares más desarrollados que nuestra Ronda o que nuestra Andalucía, y ante la visión de parques, ante el disfrute de servicios, ante la toma de conciencia del desarrollo que ve, diga: “esto lo quiero yo para mi tierra”. Y aunque no lo comparta, entiendo que haya quienes opinen que los andaluces disfrutamos una herencia común, de unos valores comunes, y que quieran hacer de ellos norma de identidad de los que habitamos aquí. En definitiva, que no es ilógica la existencia de un partido de las características del PA, que hay espacio que justifica su existencia, y que hay gente con la sensibilidad y las ganas de trabajar en él y por él.

Por eso no es comprensible que el señor Marín Lara salga diciendo sin ningún tapujo que los andaluces no necesitan a los andalucistas.

Desde siempre me ha disgustado sobremanera esos andares de algunos que, sin justificación ninguna, se autoproclaman portavoces de los pueblos, de los ciudadanos o de los partidos, pretendiendo ser ellos los únicos que conocen lo que piensan los demás y que lo que ellos dicen es lo único que hay que saber: “lo que los rondeños quieren…”, “lo que los andalucistas quieren…”, “lo que los andaluces nos han dicho…”. Todas las frases que comienzan de esta manera suelen ser tergiversaciones interesadas de la realidad que se convierten en terreno abonado para afirmar cualquier cosa que venga en gana a quien la pronuncia. La demagogia sale a raudales por las fauces de esos pseudoportavoces de sí mismos que sólo buscan, como parece ser que ocurre en este caso, prepararse el terreno para el abandono de un barco, y justificar lo injustificable.

No niego que el señor Marín Lara quiera a su tierra, puesto que no lo sé; pero estoy dispuesto a afirmar que ama Ronda y Andalucía más que yo. Ni seré yo tampoco quien diga que no ha hecho nada por el partido en el que milita ahora mismo, aunque ateniéndome a cómo se encuentra Ronda tras su paso, sí le niego capacidad de gestión y conocimientos válidos para gobernar. Pero si ha perdido sus convicciones, o si cree que éstas se pueden defender mejor desde las filas de otro partido, del socialista, por ejemplo, que tenga al menos la valentía de decirlo abiertamente y sin tapujos, y sin buscar justificación en esa “profunda reflexión” que ha dado como resultado, según él, que los andaluces no quieren al PA, que la ideología del PA coincida al noventa por ciento con la del PSOE, y que él, como dirigente local y provincial de la formación, no haya tenido responsabilidad ninguna en el varapalo que los andalucistas se han llevado en las últimas elecciones autonómicas. Si quiere dejar el partido, que lo deje. Está en su derecho. Si se quiere integrar en el PSOE, que lo haga. También es libre para eso. Pero que aguante la vela de la poca credibilidad que le pueda quedar con hombría, sin mentiras ni argucias.

Las distintas voces que se alzan desde el PA, afortunadamente, nos hacen ver que hay sensibilidades que no están dispuestas a renegar de lo que verdaderamente sienten y creen, y nos hacen ver también que hay gente dispuesta a representar a aquella parte de la población que piensa como ellos y que, ahora, el señor Marín Lara parece querer abandonar a su suerte. Por supuesto que desde el PSOE se puede defender Andalucía. Exactamente igual que se puede hacer desde cualquier otro partido. Pero si la profunda reflexión a la que se dice sometido le ha llevado a creer que se puede defender de la misma manera los intereses de andaluces y rondeños desde las filas del PSOE que desde las filas del PA, habría que concluir que dicha reflexión, además de profunda, ha resultado inútil y errada. Sobre todo cuando podemos comprobar fácilmente que la dirección de sus palabras marca el mismo camino que el de su propio progreso en política. Casualidad, seguro, pues ya sabemos que sólo busca el bien de los ciudadanos.

Quizá debiéramos recordarle otra vez, como ya se le ha recordado desde estas mismas páginas con anterioridad, eso tan famoso de que Roma no paga traidores; y que en este aspecto, el PSOE es en todo punto comparable a la capital imperial, tanto en lo de no pagar traidores como en el ingente número de traiciones que se cometieron en el seno de la ciudad eterna para hacerse con el poder, y que llevaron a la muerte, apuñalados, a emperadores de, por ejemplo, la talla de Julio César. Los mismos análisis que el señor Marín Lara ha hecho públicamente en los últimos años acerca de ese tipo de traiciones en el seno del partido socialista son muestra suficiente de esto que digo. Si ingresa en el PSOE se supone que acepta el riesgo de ser apuñalado, políticamente hablando, y el de ser usado y tirado después, cuando ya no sea útil, tal y como él mismo hizo con otros anteriormente.

Su salida del PA, no obstante, quizá pueda suponer eliminar tapón de la libertad de expresión y acción dentro del partido, quitando la mordaza de la boca a quienes hasta ahora, no se sabe muy bien porqué, se han mantenido en silencio a pesar de sentirse heridos en lo más profundo de sus convicciones políticas. La desaparición del actual alcalde de las filas andalucistas puede muy bien ser la suelta de lastre que este partido necesite para que los verdaderos valores que hay dentro de él puedan moverse con más libertad y soltura, y trabajar en serio por una ciudad a la que aman y a la que pueden aportar mucho.

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