viernes, 13 de junio de 2008

A esperar

¡Qué sí! ¡Qué sí! ¡Qué para usted la perra gorda! ¿Qué quiere usted que esperemos a ver qué hacen estos del nuevo pacto y del “todo por el bien de Ronda”? ¡Pues nada! ¡A esperar! Si usted quiere la razón, suya es. Si después de tres años o más de ácidos pero juiciosos análisis lo único que le queda por decir es que ahora, justo ahora, es cuando hay que dar un margen de confianza, sinceramente, me defrauda usted. Parece que su excelente capacidad analítica tiene como límites la situación, precaria o boyante, de su querido partido socialista. Cada uno escoge las guerras que quiere luchar, y usted, como yo y como todos, ha hecho su elección, que queda patente y manifiesta con sus palabras del otro día: “hay que dar un margen de confianza al nuevo equipo de gobierno de la ciudad”. Le ruego me disculpe si la cita no es textual, pero escribo de memoria y me consta que me ciño al mensaje final que expresaba tanto el título como el contenido de su artículo. Tampoco se preocupe usted por lo que yo u otros podamos sentir, porque, al fin y al cabo, eso es irrelevante.

Pero permita que le manifieste mi desconcierto cuando veo que usted se pone a sí mismo en entredicho al conceder no sé que clase de beneficio de la duda sobre las responsabilidades pasadas de nuestro alcalde, después de haber dicho todo lo que ha dicho de él durante tanto tiempo, y después de habernos dejado claro a todos que, al menos en su opinión, Antonio Marín se comportaba como un alcalde funesto. Es que uno no sabe ya a qué atenerse cuando las convicciones más firmes que campean a su alrededor se tambalean en el momento en que los acontecimientos favorecen los intereses de la facción por la que se toma partido. Y esa facción, permita también que se lo recuerde, y aunque le pese, y diga lo que diga, no es el pueblo, y mucho menos su bien.

Ya lo he dicho en público, pero lo voy a repetir aquí. ¿Qué demos un margen de confianza qué quiere decir? ¿Quiere decir que nos esperemos a ver cómo funciona el ayuntamiento ahora que, otra vez, gobiernan en él andalucistas y socialistas? Y entonces, ¿qué pasa con lo que ya sabemos? ¿Eso no hay que tenerlo en cuenta? ¿La mala gestión que se ha hecho en la ciudad mientras ha estado el partido andalucista en el gobierno, según usted mismo ha dicho, la olvidamos? ¿Nos hacemos los ciegos y los tontos al respecto? ¿O es que el PSOE, ahora sí, va a ser capaz de poner coto a los desmanes económicos y de otros tipos del consistorio cuando antes no lo fue? ¿Eso es lo que pretende decirnos? Y más aún, ¿podemos hacer algo los rondeños que no sea dar “márgenes de confianza”, o lo que viene a ser lo mismo, esperarnos a ver qué hacen? La respuesta a esta última pregunta, obviamente, es “sí”: los rondeños podemos callarnos y no protestar mientras esperamos; tragarnos nuestras opiniones sobre tan bochornoso pacto y callarnos; omitir la consideración que nos merece quien habla en un sentido pero obra en otro y callarnos. ¿Es esto lo que usted propone? ¿Qué nos callemos? ¿Qué no nos pronunciemos al respecto? Porque si no es nada de esto, al menos yo me reconozco incapacitado para descubrir el sentido de sus palabras, y me gustaría conocerlo. Pero si es esto, todo se explica por sí mismo.

Cada uno de nosotros somos, como en el dicho, esclavos de nuestras palabras, y por supuesto, también de nuestras acciones. En esa posición está usted, estoy yo, está el PSOE, el PA, y todo el que se atreva a hablar en público. Cada uno de nosotros ha seguido una trayectoria que es públicamente conocida y que puede ser del agrado o no de quienes nos contemplan. Usted es consciente de esto, ya que esa y no otra es la razón de su pseudónimo, como en otra ocasión lo fuera del mío. Y sabe igualmente que la coherencia de las personas, así como sus conciencias, se juzgan por la concordancia que haya entre sus palabras y sus hechos, por lo que mantienen ahora y lo que mantuvieron antes. Y aunque cambiar de opinión y corregir errores es digno de personas sabias, dichos cambios de opinión suelen venir fundamentados en buenas razones que así lo aconsejan. Pero no parece ser su caso. No hay razones de peso, al menos que yo alcance a vislumbrar, que justifiquen, no ya su cambio de opinión sobre algunos de los que ocupan el ayuntamiento, sino su cambio de actitud en los escritos a los que nos tiene acostumbrados. Y más parece que en realidad no ha cambiado nunca de opinión, sino que siempre ha mantenido la misma, a saber, que la ciudad sólo podría avanzar con un gobierno en el que los socialistas participasen. Y ahora que ocurre esto, mantiene su aguijón guardado, nos pide calma antes de juzgar, y se olvida, no sé con qué grado de voluntariedad, de la forma y los motivos por los que el PSOE accede al poder en este momento. Tema éste sobre el que se limita a pasar de puntillas, sin mojarse, a pesar de que algo se atrevió a aventurar en pasados artículos no tan lejanos.

¿Con qué nos quedamos? ¿Con el crítico ágil, audaz, que dispone de información y sabe relacionarla de maravilla, poniendo el dedo en la llaga y denunciando hábilmente las tropelías que sufría la ciudad a manos de su ayuntamiento? ¿O con el columnista retraído, opaco, reservón, que sólo habla con claridad cuando de pedir tiempo se trata, y además lo hace en voz baja, sin esgrimir argumentos contundentes, o sin querer esgrimirlos? Los dos no son compatibles. ¿Con cuál nos quedamos? Preferiría al primero, puesto que si he de decantarme por el segundo, me estaré limitando a leer a un vocero igual a esos otros que usted mismo denuncia, del PSOE esta vez, en lugar del PA; infinitamente más culto, educado, capaz e inteligente que los otros, pero mero vocero de los socialistas, o de una parte de ellos, a fin de cuentas.

Le ruego que me disculpe si le ofendo, pues no es esa mi intención, pero no dejo de estar sorprendido por lo que dicen, y sobre todo por lo que no dicen, sus últimas palabras. Júzgueme usted a mí como yo acabo de juzgarlo, si así le place. También otros nos juzgarán a ambos hoy y mañana, como ya lo hicieran ayer. Y no me tome a mal estas palabras que sólo pretenden demostrar mi perplejidad ante su silencio sobre un acto, el pacto del PA con el PSOE, que si bien pudiera tener sus (discutibles) ventajas, se muestra como una tomadura de pelo hacia los rondeños, y se constituye como uno de los actos más vergonzosos de los muchos que hemos tenido la mala suerte de presenciar, usted y yo, en los últimos años. Al final, lleva usted razón casi sin querer, ya que los rondeños estamos condenados a esperar. No damos márgenes de confianza. Nos los toman por la fuerza.

jueves, 12 de junio de 2008

Margen de confianza

Me sorprenden mucho algunos comentarios y artículos recientes sobre el pacto político que acaba de firmarse en nuestro ayuntamiento, puesto que resulta curioso que quien antes no tuvo inconveniente en levantar la pluma para cantarle las cuarenta en bastos a los anteriores equipos de gobierno mientras el PSOE estaba en la oposición, ahora que éstos se han intercambiado con el PP y que entran de nuevo en los círculos de poder municipal, no tiene reparos en llamarnos a todos a la calma y en proclamar desde su alta tribuna, desde la que sabe que es leído, que tenemos que dar un margen de confianza al nuevo equipo, porque, presumiblemente, es lo mejor para Ronda.

Después de todo lo que ha dicho a lo largo de los años sobre el alcalde, en lo político, como él mismo dice, ni yo ni casi nadie entiende como lo mejor para Ronda puede ser un gobierno en el que esté de alcalde alguien al que le reconoce tan poca capacidad, habiendo sido posible al menos una opción en la que esto no hubiese sido así. Pero al margen de estas cuestiones, resulta evidente que se equivoca en lo de dar margen de confianza, porque es indudable que nosotros, los ciudadanos, ni damos ni quitamos márgenes de confianza alguno, más allá del día de las elecciones. Nosotros, los ciudadanos, y como acaba de quedar demostrado con este último pacto, así como también se demostró con los cuatro anteriores, nos tenemos que aguantar con los tejemanejes y trapicheos que quieran hacer nuestros representantes. Y punto. Y si no nos gustan, eso que salimos perdiendo.

De hecho, ¿qué quiere decir que demos un margen de confianza? ¿Qué esperemos a ver qué hacen? ¿Pero acaso podemos hacer otra cosa que no sea esperar? Por esperar, ya llevamos esperando los rondeños desde hace al menos dos legislaturas a ver si alguno de nuestros representantes, sólo o con la compañía de quien le de la gana, es capaz de hacer algo por la ciudad, además de gastar dinero.

Insisto: por fuerza, a los rondeños no nos queda más remedio que esperar y aguantarnos, por lo que cualquier llamamiento a dar abstractos márgenes de confianza, o bien es improcedente, o bien va encaminado subrepticiamente a que los críticos con el nuevo pacto de gobierno nos quedemos callados y no protestemos en demasía.

No sé ustedes, pero por lo que a mí respecta, después de haberle oído a todos los grupos políticos las mismas promesas, después de haber comprobado que ninguno de los pactos que se ha realizado ha servido para nada, y después de ver que el gasto que se hace no se corresponde con el avance real de la ciudad, no me veo en condiciones de dar mi confianza a nadie, con margen o sin margen. Porque, entre otras cosas, ya se toman nuestros representantes confianzas suficientes, sin márgenes esta vez, para hacer lo que les viene en gana cuando así les interesa. Bien va que nos pisoteen cada vez que les encarta, porque no podemos evitarlo, pero que hagan el favor de no tomarnos por tontos.