Me sorprenden mucho algunos comentarios y artículos recientes sobre el pacto político que acaba de firmarse en nuestro ayuntamiento, puesto que resulta curioso que quien antes no tuvo inconveniente en levantar la pluma para cantarle las cuarenta en bastos a los anteriores equipos de gobierno mientras el PSOE estaba en la oposición, ahora que éstos se han intercambiado con el PP y que entran de nuevo en los círculos de poder municipal, no tiene reparos en llamarnos a todos a la calma y en proclamar desde su alta tribuna, desde la que sabe que es leído, que tenemos que dar un margen de confianza al nuevo equipo, porque, presumiblemente, es lo mejor para Ronda.
Después de todo lo que ha dicho a lo largo de los años sobre el alcalde, en lo político, como él mismo dice, ni yo ni casi nadie entiende como lo mejor para Ronda puede ser un gobierno en el que esté de alcalde alguien al que le reconoce tan poca capacidad, habiendo sido posible al menos una opción en la que esto no hubiese sido así. Pero al margen de estas cuestiones, resulta evidente que se equivoca en lo de dar margen de confianza, porque es indudable que nosotros, los ciudadanos, ni damos ni quitamos márgenes de confianza alguno, más allá del día de las elecciones. Nosotros, los ciudadanos, y como acaba de quedar demostrado con este último pacto, así como también se demostró con los cuatro anteriores, nos tenemos que aguantar con los tejemanejes y trapicheos que quieran hacer nuestros representantes. Y punto. Y si no nos gustan, eso que salimos perdiendo.
De hecho, ¿qué quiere decir que demos un margen de confianza? ¿Qué esperemos a ver qué hacen? ¿Pero acaso podemos hacer otra cosa que no sea esperar? Por esperar, ya llevamos esperando los rondeños desde hace al menos dos legislaturas a ver si alguno de nuestros representantes, sólo o con la compañía de quien le de la gana, es capaz de hacer algo por la ciudad, además de gastar dinero.
Insisto: por fuerza, a los rondeños no nos queda más remedio que esperar y aguantarnos, por lo que cualquier llamamiento a dar abstractos márgenes de confianza, o bien es improcedente, o bien va encaminado subrepticiamente a que los críticos con el nuevo pacto de gobierno nos quedemos callados y no protestemos en demasía.
No sé ustedes, pero por lo que a mí respecta, después de haberle oído a todos los grupos políticos las mismas promesas, después de haber comprobado que ninguno de los pactos que se ha realizado ha servido para nada, y después de ver que el gasto que se hace no se corresponde con el avance real de la ciudad, no me veo en condiciones de dar mi confianza a nadie, con margen o sin margen. Porque, entre otras cosas, ya se toman nuestros representantes confianzas suficientes, sin márgenes esta vez, para hacer lo que les viene en gana cuando así les interesa. Bien va que nos pisoteen cada vez que les encarta, porque no podemos evitarlo, pero que hagan el favor de no tomarnos por tontos.
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